«Conectados e incomunicados:

entre cadenas electrónicas y anhelo de libertad»

        ¡Leé el breve relato «Conectados e incomunicados: entre cadenas electrónicas y anhelo de libertad» de la mano de uno de los estudiantes de 9.° grado!

«Conectados e incomunicados: entre cadenas electrónicas y anhelo de libertad»

        Williams James aquel día inspirado por las formas irregulares en la fría alcoba de la casa, comenzó a reflexionar, este enigmático infante se debatía entre dos mundos: el encanto de la cotidianidad y la oscuridad tecnológica que amenazaba con acabarlo todo.

        Cada día se despertaba al amanecer, sonriente y lleno de vitalidad, mientras observaba con asombro cómo su querido pueblo se iba sumergiendo paulatinamente en un abismo de porquerías electrónicas. Las fachadas de las casas se transformaban en decrépitos muros de pantallas titilantes y las risas infantiles, antes tan llenas de inocencia, se ahogaban en el eco frío de los dispositivos.

        Era como si el aura mágica del lugar hubiese sido reemplazada por una neblina fosforescente que envolvía las calles, ahogando la esencia pura de la vida. El niño veía con tristeza cómo su amado pueblo se sumía en el letargo virtual, olvidando las rosas perfumadas y las conversaciones bajo la sombra de los árboles centenarios.

        Con una valentía que resultaba envidiable hasta para los más ancianos sabios, el pequeño héroe luchaba incansablemente por romper las cadenas electrónicas que aprisionaban a su amada comunidad. Desplegaba lingüística y su verba afilada como una daga, buscando despertar a las almas adormecidas que vagaban sin rumbo fijo.

        Ante ellos un abanico de palabras, tejidas en complejas y melodiosas oraciones que flotaban en el aire como notas de una sinfonía. Cada palabra era una pincelada maestra en el lienzo de sus almas, dibujando imágenes vívidas de un pasado glorioso y una esperanza de un futuro renacido.

        Pero sus esfuerzos, por más brillantes y espléndidos que fueran, parecían chocar contra un muro de indiferencia y autómata desconexión. Las personas, cautivas en sus propias adicciones virtuales, apenas percibían el destello de sus emociones y se dejaban llevar por sus propias miserias digitales.

        La tristeza, como una sombra siniestra y espectral, comenzó a carcomer el corazón del mismo. La soledad se convirtió en su única confidente, sus lágrimas en susurros silenciosos y la desesperanza en su amarga compañía. Su espíritu, cada vez más aprisionado por la oscuridad, comenzó a cuestionarse su propósito en un mundo donde las palabras y los gestos habían perdido su poder.

        Hasta el día en que la desdicha se volvió insoportable y el niño, agotado por su lucha interna, sintió que el único camino para ser visto y escuchado sería el sacrificio último. Como una delicada marioneta atada a hilos invisibles, se dejó llevar por el dulce canto de la muerte, abrazando la sombra de la despedida en un último acto desesperado para que su pueblo despertara de su letargo tecnológico.

...

        El amanecer siguiente resonó con el eco lúgubre de la tragedia. La noticia se extendió como un incendio despiadado, arrancando gritos desgarradores y llantos desconsolados por cada rincón del pueblo. Las cabezas se alzaron, los ojos se abrieron y las almas se estremecieron al comprender que su ceguera había tenido un costo insoportablemente alto.

        La tragedia del pequeño niño se convirtió en un hito indeleble en la historia del pueblo, un eco resonante que despertó la conciencia perdida en el letargo tecnológico. Sus palabras, recitadas incluso después de su partida, resonaron en los corazones de cada habitante. Las lágrimas se convirtieron en la semilla de una nueva era, en la promesa de un renacimiento donde la conexión humana y el valor de las miradas ajenas serían restaurados.

        El pueblo, como un ave fénix emergiendo de las cenizas, comenzó a deshacerse de las cadenas electrónicas que lo habían asfixiado. Las pantallas se cubrieron de polvo y los corazones se abrieron a la belleza de la interacción humana. Las risas volvieron a resonar en las calles, los cuentos se compusieron a través de la mirada y los abrazos mutuos cobraron vida y calor.

       En los corazones de cada habitante del pueblo, el pequeño niño encontró su verdadero hogar, enalteciendo su lucha y encontrando paz en su alma. Y así, en la pluma de aquellos que cuentan su historia, permanecerá como un símbolo imperecedero de la importancia de la conexión humana, una luz eterna en un mundo fascinante pero a menudo deshumanizado.


POR UN ANÓNIMO

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Colegio y Liceo San José de la Providencia
Año 2023
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